Expediente de Ishida Mei

Tal y como la procedencia de su nombra dicta, es una persona de dulce carácter y de suaves impulsos. Todos los que la rodean dicen de ella que es el ser más acaramelado que ha podido pisar la Tierra jamás. A este precepto contribuye en gran medida su aspecto infantil, que combina muy bien, además, con algunos de los otros rasgos de su personalidad. Normalmente es una persona muy tranquila y pausada, que sabe controlarse y no se deja llevar por sus instintos primarios excepto en situaciones límite. A pesar de ser tan tranquila, en el fondo la acción vive dentro de ella, razón por la que se pasaba la mayor parte del día jugando a videouegos, junto con otras razones inherentes a su pasado.

Le gusta mucho dormir. Puede pasar doce horas seguidas tumbada en una cama simplemente descansando porque prefiere vivir entre sueños que en la realidad. En este sentido, es una persona muy idealista, aunque en su interior se combinan tanto la ilusión, como el ideal, como la realidad, todos en una, que la conforman como persona única. Es ferviente seguidora de Shakespeare y de una de sus frases relacionadas con los sueños que su abuela le recitó una vez: "Somos del mismo material del que se tejen los sueños. Nuestra pequeña vida está rodead de sueños." Y esa sería su cita predilecta sobre todas las demás que pudiera leer.

La gente suele verla como una niña pequeña o incluso reírse de ella al descubrir que tiene en realidad diecisiete años. Cuando esto pasa, ella se siente terriblemente acomplejada debido a su pequeño cuerpo. Le molesta el hecho de no tener pechos pronunciados como las otras chicas, que no sea tan alta ni tan guapa, que nadie se fije en ella por eso. Debido a estas razones, suele apartarse de las grandes multitudes de gente y no le gusta ir a la escuela, aunque no ha faltado ni un sólo día, sin desobedecer a su madre. Esto le causa cierta inseguridad ante la gente, y en ocasiones muestra un temperamento impropio de ella, avergonzándose de sí misma ante los demás, huyendo después corriendo para desaparecer de la vista de todos. Le asusta la gente en sitios muy abiertos si la miran.

En cuanto a los asuntos del corazón, Mei es bastante romántica. De hecho, una de sus fantasías más recurrentes ha sido siempre desde que entró al instituto enamorarse de alguien. Si consiguiera encontrar aquella sonrisa perfecta que veía en sus sueños, sería feliz el resto de su vida acompañada de aquella persona especial. ¡Por sólo una sonrisa!

A pesar de su avanzada edad, Mei sólo mide 139 centímetros. Por esa razón, su aspecto es mucho más infantil de lo que podría tener una chica de diecisiete años normal. Pesa también muy poco, y su complexión es delgada, aunque ágil, sin ser tampoco atlética.

Sus cabellos, además, son muy largos y de un intenso color rubio, herencia sin duda de su abuela, que era inglesa. Sus ojos, en cambio, en lugar de ser de algún color extraño, son corrientes y molientes: de un tono terruño. Le gusta vestir con una camiseta ancha y muy larga de color blanco con caligrafía japonesa representada en la pechera de la misma. Normalmente no lleva pantalones, sino que va en braguitas a todas partes, puesto que las camisetas le llegan hasta las rodillas o incluso más abajo, haciendo las veces de vestido.

Levantó los ojos hacia el cielo. Aquel día estaba tan azul y despejado que una amplia sonrisa se formó en su rostro pequeño y orondo. Pronto aparecieron colores en sus mejillas, y dejó escapar de entre sus labios el sonido de una risa un tanto aguda, pero que denotaba una felicidad aplastante y absoluta. Llevaba cuatro meses sin ver la luz, y eso había sido muy duro. Sin embargo, cuando empezó a encerrarse en casa resultaba incluso cómodo el estar todos y cada uno de los días en su habitación, sin saber nada del mundo y sin que nadie supiera de ella. Resultaba no cómodo, sino reconfortante. Aquellas personas no paraban de reírse de ella todo el tiempo, y no podía soportar escuchar sus voces por más tiempo. Había tenido que tomarse un descanso, y alejarse de todos. Y así fue cómo, con dieciséis años, Ishida Mei fue una NEET (hikikomori) durante unos cuatro meses. ¿Razones? Parece una niña, no tiene pechos, ni amigos, ni novio, y todos se burlan de ella por eso.

Pero retrocediendo en el tiempo, la historia de Mei tampoco ha resultado demasiado traumática. Como toda persona, los momentos críticos llegan en la adolescencia o la pubertad, las edades del crecimiento, del descubrimiento de lo que te caracteriza como hombre o mujer, el descubrimiento del amor, del dolor más agudo, de la verdadera amistad…Ella sólo se tenía a sí misma. A sí misma, una foto de papá, a mamá, a la abuela y a su perro Peace. No necesitaba a nadie más. Los amigos eran innecesarios. Sólo te dañaban y te querían por conveniencia. Desde pequeña, los otros niños tampoco la tragaban mucho, y sólo la acompañaban a casa debido a que vivía en una grande y a que su madre servía unos pasteles deliciosos. La familia Ishida, en efecto, no era muy pobre: la abuela, una dama inglesa, había amasado una fortuna durante todos los años de su larga vida y la había compartido con su hijo para que tuviera una vida prolífera. La abuela era cariñosa, y enseñó a Mei todo lo que sabe sobre cocinar dulces. También ella fue la que le regaló su conejito rosa: Pinku. Ella veía en la pequeña el brillo en los ojos y el color de los cabellos de su hijo, fallecido cuando la niña tenía unos seis años, en un desgraciado asalto por la calle provocado por unos matones que supieron de la gran fortuna que la abuela tenía. Un accidente trágico y horrible que dejó marcados a los Ishida de por vida.

La chiquilla crecía, aunque de forma pausada, y cuando cumplió los catorce años, al saber la madre que su hija ya había pasado a ser una mujercita, la llevó al médico para conocer las razones del lento crecimiento de Mei, que con su edad era muy poca cosa. El médico no supo diagnosticar nada, y lo atribuyó a causas genéticas. En el instituto, ella sufría acosos constantes por parte de sus compañeros y suspendía E.Física muchas veces porque no podía seguir el ritmo de los demás en pruebas como atletismo (al tener las piernas tan cortas) o lanzamiento de peso. Por esa razón, para saber si crecería o no, se entrenaba por las tardes, aunque no sin mucho resultado, por lo que dejó de hacerlo. Cada día que sus compañeros se burlaban de ella resultaba un infierno. El único que estaba a su lado era Kai: un chiquillo de su barrio que iba a una escuela distinta, muy distinguida, debido a sus elevadas notas. Mei lo admiraba y quería estudiar con él en la misma escuela…por lo que se esforzó por sacar las mejores notas de todo el instituto. Pero no lo conseguía nunca. Cuando cumplió dieciséis años, víctima aún de estos acosos, decidida ya a abandonar todos los sueños que había tenido, e incluso siendo abandonada por Kai por su aspecto un año atrás, se encerró en casa durante cuatro meses. Unos meses en los que no hizo otra cosa que no fuera estudiar y jugar a videojuegos. En ese momento, nació su amor por todo lo relacionado con el mundo de los juegos interactivos, de los juegos online, de todo tipo de juegos de consola y de ordenador. Aquellos mundos le resultaban fascinantes, y todos los días estaba acompañada de personas que no podían verla, porque su avatar de por sí la representaba.

Eso nos lleva al principio de la historia. Aquel día, Ishida Mei fue a comprar el Nerve Gear. Aquel día, el primero en que salía tras cuatro meses de clausura, también había recibido una carta de admisión en una preparatoria para chicas muy distinguida de la zona. La misma tarde, cuando encendió aquel aparato y empezó a jugar, descubriendo el mundo de SAO, se alegró de haberlo comprado, pero también se percató de que aquello que hacía era totalmente una idiotez, y que se enfrentaría a la vida con fuerza pasara lo que pasase.

Sin embargo, ella no sabía que nunca podría salir de SAO. Debía salir de allí…tenía una misión importante: arreglar su vida.

-Le encanta el color rosa y todo lo que tenga que ver con los dulces, porque es muy glotona. Come muchísimo más de lo que debería para su tamaño, y aún así nunca engorda ni crece. Su mayor debilidad son las magdalenas de chocolate y el pan de melón.
-Tiene una escala personal de "sonrisas" en la que clasifica a toda persona que conoce y la coloca en un nivel más o menos alto.
-Siempre lleva consigo en una mochila o en la mano un conejito rosa de peluche.
-Le encantan los videojuegos.
-Durante los cuatro meses que fue NEET comió y cenó todos los días fideos instantáneos.
-Es muy curiosa y preguntona si la persona con la que trata le cae muy bien...y a veces eso le ha acarreado problemas.