Just give it one more try, a lullaby. {Priv. Mina}

Las tinieblas de la noche ya se habían devorado los últimos agonizantes rayos del ocaso dentro de la oscura noche. Las primeras estrellas habían empezado a brillar en el firmamento nocturno. El canto de los grillos en el patio trasero, la casa con las luces de un color ligeramente amarillo brillando a través de sus cristales, el perro siberiano de nombre Shadow rasguñando con su pata la puerta de la misma pidiendo entrar, y el joven amo de cabellos castaños, vestido en un jean oscuro y una remera grisacea, abriéndola y recibiendo a aquel peculiar miembro de su familia. Esta escena diario, común y corriente se debería repetir miles, sino millones de veces en la enorme ciudad de Tokio. - ¿No saliste hace apenas diez minutos? - Regaña el chico al cachorro de apenas cinco meses, intentando sonar duro. Shadow sólo mueve la cola mirándolo entusiasmado, como pidiéndole que juegue con él, buscando con el hocico por todos lados uno de sus muchos juguetes. Su amo sólo suelta un suspiro ante su incorregible cachorro y acaricia su cabeza; jamás podría educarlo si seguía ignorándolo así. - No esta vez, Shad. No estoy de humor. - Sin decir más, deja caer algo de alimento balanceado sobre el plato de su mascota y se va dejándolo sólo, subiendo las escaleras hasta su habitación. Su mirada pierde la poca vitalidad que había adquirido hace unos segundos, y toma la perilla de la puerta abriéndola mientras se adentra en su cuarto. Piensa que deberá cocinar algo en la siguiente hora ya que si no lo hace él, Shadow será el único que cene esa noche. Su madre se debe quedar hasta tarde en la oficina ese día, y la única otra habitante de la casa sólo lograría provocar un incendio. Aún así, aunque la “ama de casa” se encontrase tampoco sería de mucha ayuda. La pérdida que había abatido a la residencia Satou había afectado gravemente a quién se suponía que debía ser el nuevo pilar de la familia. Apenas unas cuantas palabras al día era lo único que le podía ofrecer su madre a sus dos hijos adolescentes, una caricia de vez en cuando a la pequeña si había suerte. Pocas veces se dedicaba a cocinar y cuando lo hacía se distraía demasiado quemando la comida, motivo por el cual el único varón de la casa se vio forzado a aprender unas cuantas recetas y tomar ese lugar.
Dirige la mirada hacia la pequeña biblioteca al costado de su cama. Su habitación era donde pasaba la mayor parte de su tiempo desde el fallecimiento de su padre, había abandonado sus clases de tiro y sus amigos a duras penas podían sacarlo de vez en cuando. Al cerrar la puerta se puede ver el blanco con dardos clavados en él, la mayoría en el centro. Su puntería no se había oxidado a pesar de ya no usar una pistola para lucirla.
Recorre las distintas novelas con sus ojos hasta notar un espacio vacío donde debería ir el segundo libro de la saga “Fallen”. Su ceño se frunce y se molesta. - Otra vez... - dice sin más saliendo rápidamente de la habitación y dirigiéndose a pasos rápidos sobre el piso de madera a la que se encuentra en diagonal a la suya. Toca la puerta con los nudillos sonoramente, si había alguien a quién sí podía regañar era a ella. - ¡Kana! ¡Devuélvemelo! ¡Sabes que odio que tomen mis cosas sin permiso! - dice intentando reafirmar su enojo con su voz, pero fallando rotundamente. Este acontecimiento había pasado tantas veces que ya se convertía en rutina.

La noche se había hecho presente, mas Kana no tenia idea de aquello ya que últimamente lo primero que hacia al llegar a su habitación era cerrar las ventanas y las persianas, quedado en plena oscuridad. Aunque ella de todos modos siempre llevaba la cuenta del tiempo pasado, pero esta vez no era así.
Hacia ya rato que se encontraba en su habitación, totalmente sumergida en la historia de una joven que intenta recordar miles de vidas pasadas con el amor de su vida, e intenta recomponer su vida de alguna forma en una nueva escuela.

Había visto a su hermano leyendo esos libros unos meses atrás, y lo había visto tan compenetrado en aquel libro que la curiosidad termino adueñándose de ella, por lo que tomo el primer libro y se sumergió en esa maravillosa historia. Después de eso ya no pudo dejarlo hasta terminarlo, bueno no literalmente ya que en su vida las cosas habían cambiado desde la perdida de su padre, mas bien ella misma había cambiado llenándose de nuevas responsabilidades por lo que lo único que podía dedicarle al libro eran unas 2 o 3 horas diarias, deseaba que fuera por mas tiempo, pero ni su itinerario ni su hermano se lo permitirían.
Ciertamente el era muy paciente y bueno con ella, pero le molestaba que la pequeña joven tomara sus cosas sin permiso, y aun así y todo ella, como toda hermana menor, lo hacia de todos modos.

En unos 5 días la joven termino con el primer libro y ya había tenido que lidiar con su hermano al menos unos 4 días por el asunto de "tomar prestados sus libros" (como ella le respondía a él cada vez que venia por sus libros). Pero al leer el final quedo totalmente intrigada quería saber mas de esta interesante historia, por lo que tomo el segundo libro.
Y allí se encontraba ella, leyendo, sumido en el, casi sintiéndose presente en escena, mas algo la interrumpió sacándola del trance. Un fuerte sonido resonó en su habitación, su hermano estaba del otro lado de la puerta en busca de su libro. Kana supo lo que se le vendría si no hacia algo enseguida, y lo peor era que todavía no había cumplido con sus 3 horas diarias.
Decidió guardar el libro en uno de sus cajones del escritorio que llevaban llave, se desvistió enseguida poniéndose el pijama, luego se desato el pelo y por ultimo desarmo su cama un poco. Se acercó a la puerta y fingiendo cara de dormida abrió esta
Que sucede nii-chan? dijo frotando los ojos, esperando poder engañarlo de alguna forma

Apenas dio el primer grito escucho un rumor del otro lado, algo abriéndose y pasos rápidos. ¿Qué se supone que estaba haciendo? Keisaku pegó el oído a la puerta intentando descifrarlo, pero fue entonces que Kana la abrió, ocasionando que se apartara. Pudo ver que llevaba su típico pijama celeste, una especie de vestido que llegaba hasta la mitad de sus muslos por encima de sus rodillas., y el cabello suelto cayendo detrás de sus hombros. Tenía la mirada somnolienta, al igual que su voz, pero él no estaba sordo, si hubiera estado durmiendo no habría hecho tanto escándalo... No, no, además ella no se acostaría antes de la cena. - Deja de hacerte la tonta. - le dijo haciéndola a un lado y entrando a su habitación. Buscó el interruptor de luz a un costado y la encendió dando una mirada al cuarto. La cama estaba desordenada, pero no había forma de que lo engañase. Se agachó para mirar debajo de ella, queriendo encontrar la evidencia del crimen, pero no encontró más que un broche para el cabello. Dirigió una mirada al escritorio sobre el cual se encontraba la computadora de su hermana, a un costado de la misma el resplandeciente Nerve-Gear, pero sin señales del libro. - Si no me lo vas a dar te daré vuelta todo el cuarto hasta que lo encuentre. - le dijo sin siquiera mirarla, con la voz enfadada, mientras se dirigía a la cómoda a la izquierda y abría los cajones uno por uno. Ropa, ropa, accesorios, ropa interio--- Keisaku cerró este último de inmediato fingiendo no haber visto lo que había visto, con el rostro ligeramente ruborizado. - Uhm... - Patea un arbusto y saldrá una serpiente pensó para sí mismo, decidiendo que mejor dejaría de registrar todo antes de que se topase con algo peor. - Me estoy cansando, Kana. - le dijo volteándose a ella, reuniendo toda su voluntad para regañarle. - Me lo vas a dar, y cuando lo hagas lo pondré en su lugar y cerraré mi habitación con llave cada vez que salga. No volverás a tocar nada mío. - le amenazó con tono de ultimatum. Por muy enojado que estuviese, su voz se había bajado más de lo que hubiera querido. Le era demasiado difícil ser rudo con ella, a quién veía como una persona frágil, sensible. La cicatriz por la pérdida que había sufrido aún se encontraba latente y podría volver a destrozarla nuevamente, cosa que provocaba miedo en Keisaku que no sabía como lidiar con situaciones de esa índole. Kana no podía sostenerse de nadie más que no fuese su hermano, y para él, una pelea con ella era impensable. El ambiente del hogar ya era lo suficientemente tenso y el aire muy pesado para añadirle a eso una estúpida discusión por un montón de papel. Entonces volvió la mirada al resplandeciente casco, parecía que no lo hubiesen tocado jamás... ¿había madurado su hermana debido al incidente? Jamás se había detenido a pensarlo, porque cada vez que lo hacía la imagen de sus llantos lo atormentaba. Por no poder haberlos podido detener en su momento.

Aunque parecía creerle que se encontraba durmiendo, Keisaku entró en su cuarto furioso buscando su libro, por debajo de la cama, en sus cajones y mirando por encima de su escritorio.... no estaba
Al parecer gracias a que estas situaciones se había repetido varias veces en la casa, Kana aprendió que devolverlo como le decía su Hermano no era la mejor idea después de todo esta seria la ultima vez que podría entrar sin su permiso para tomar sus libros, pero si no le devolviera el libro seguiría abierta su habitación o de todos modos la cerraría...? sea cual sea la respuesta, no iba a devolvérselo apenas estaba en la pagina 20, en el principio, y ya no volvería a leerlo...?

Keisaku se molestaba cada vez mas al ver que no lo encontraba y que su hermana no movía un solo dedo para ayudarlo, solo se designaba a observarlo y esperar que no se diera cuenta de donde podría estar.
Intento hablarle serio, como regañándola por lo que había hecho, pero aun así ella no pensaba dárselo. Le molestaba tener que pasar por toda esa situación con su hermano, después de todo ella le tenia mucho afecto, pero porque no lo compartía con ella? no era eso mas sencillo que seguir con "la búsqueda del tesoro"?

Sos injusto nii-chan dijo acostándose en su cama y tapándose hasta la cabeza por completo, estaba algo enfada con el ya que ahora que se mostraba algo mas madura seguía habiendo conflictos por su comportamiento, y justamente con la persona que no esperaba tenerlos nunca.
Egoista decía desde abajo de las sabanas mientras le tiraba su almohada en la cara No te pienso decir donde esta,podes dar vuelta todo el cuarto y no lo vas a encontrar